Armas espirituales

ARMAS ESPIRITUALES

Objetivo General: Que aprendamos a usar las armas espirituales que Dios nos ha dejado.

Objetivo específico: Que aprendamos a no usar las armas carnales que el mundo nos ofrece.

Ilustración:

Quien de nosotras ha tenido la oportunidad de sostener un arma en sus manos. Ha experimentado esa sensación.. Es una sensación de temor y expectativa, pues una siente que el arma le da poder y autoridad.

Puente: Así Dios nos ha permitido tener armas en nuestras manos y usarlas para defendernos del mal y del malo.

 

Versículo principal:

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, 2 Corintios 10:4-5.

A través de su Palabra, Dios nos ha dado las tácticas, nos ha dado armas espirituales. No estamos indefensos, son incontables los recursos que Dios nos ha entregado para obtener la victoria, veamos algunas de esas armas poderosas en Dios: 1) El poder de la oración, 2) el poder del nombre de Jesús, 3) el poder de la alabanza, 4) el poder de la Palabra de Dios y 5) el poder de la autoridad.

  1. EL PODER DE LA ORACIÓN

No hay sistema de comunicación en la tierra que supere al que Dios nos ha dotado. La oración nunca ha fallado, nunca ha quedado obsoleta. Es el medio por el cual nosotros nos acercamos a Dios, allí le podemos contar nuestras necesidades, allí le dejamos nuestras cargas. No hay ocupación más importante que la oración, es más importante que otras actividades, ya sea predicar, cantar, hablar en lenguas, tener dones espirituales, Dios ha prometido bendiciones ilimitadas a través de la oración.

Jeremías dijo: “Ataron mi vida en cisterna… Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda; oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros. Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas” (Lamentaciones 3:53-57). Cuando Satanás ve un hombre de oración, él y todo su ejército tiembla; la persona que ora moverá el brazo de Dios, esa persona no volverá con las manos vacías, “claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:17).

Esta obra va adelante a través de la oración, a través del clamor de muchos que avanzan de rodillas. Nos hemos encontrado con altares que se han ido secando, ya no hay quien gima en los altares, porque nos hemos preocupado más en correr de un lado para otro, por eso hay que sacar tiempo para la oración, en 1 Tesalonicenses 5:17 dice: “Orad sin cesar”, y en Mateo 26:41 nos dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.

El Señor Jesús nos dio ejemplo, en Marcos 1:35, “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba”. La oración es la llave que nos abrirá todas las cerraduras. Hablándonos de Moisés, nos dice que estaba aferrado a la oración, intercediendo por el pueblo de Israel el cual iba a ser destruido por el Señor, pero “Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (Éxodo 32:7-14).

Hombres de Dios que no tenían buen parecido, algunos eran iletrados, pero eran hombres de oración. Juan Knox le dijo al Señor por noches enteras: “Dame a Escocia o me muero aquí en este altar” y Dios se lo entregó; Martín Lutero oraba tres veces al día, por largas horas; o David Brainerd, en medio del hielo (frío), oraba por los Pieles Rojas. El Señor nos dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24).

  1. EL NOMBRE DE JESÚS
  2. El nombre de Jesucristo es el nombre más glorioso, más poderoso jamás pronunciado por la voz humana. En Filipenses 2:9-11, nos dice la Palabra que “Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
  3. En ese nombre está representada la autoridad, la potestad de Dios; ese nombre representa su naturaleza, su carácter, sus atributos, sus virtudes. En ese nombre, en Jesucristo, hay salvación para el perdido, hay perdón para el pecador, hay salvación para el que vive lejos de Dios sin paz y sin esperanza. La Biblia nos dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
  4. Ese nombre equivale a tener poder, a tener autoridad. En cierta ocasión Pedro y Juan subían juntos al templo, y se encontraron con un hombre cojo de nacimiento que les pidió limosna, “Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y los tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo” (Hechos 3:6-8).
  5. El nombre de Jesucristo equivale a tener acceso a la presencia de Dios. En Juan 14:13,14 nos dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. No hay nada más grato que estar en la presencia del Señor. Nuestra oración es dirigida al Padre en el nombre de Jesús, nadie puede llegar a Dios sino es a través de Jesucristo.
  6. Contar con el nombre de Jesús es contar con el respaldo del Padre. En Marcos 16:17 nos dice: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño, sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
  7. Ese nombre es como ungüento derramado. En Cantar de los cantares 1:3 nos dice: “A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado”. Cuando aquel ungüento fue quebrado en la cruz del calvario, esa fragancia fue percibida y dijeron: “Verdaderamente este era el Hijo de Dios”. Cuando es esparcido ese perfume, todo rincón se llena del olor; cuando el Señor se hace presente en algún lugar, esa fragancia, esa gloria de Dios está en todas las áreas del lugar.
  8. LA ALABANZA

Para este propósito hemos sido creados. “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará” (Isaías 43:21); la alabanza es la más alta función del creyente, la labor más sublime. Cuando alabamos a Dios estamos confesando las excelencias de Dios, alabar a Dios es reconocer su misericordia, es reconocer su amor.

La palabra alabar en hebreo nos habla de extender las manos y el corazón; cuando levantamos nuestras manos al Señor soltamos todo lo que hay en nosotros, nuestras preocupaciones y cargas, al elevar nuestra voz es decirle quién es Él. La alabanza proviene de un corazón rendido, de un corazón humillado, el salmista se expresó de esta manera: “Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza, y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:2-3).

David le dice a Dios: “Siete veces al día te alabo” (Salmo 119:164). En medio del fragor de la batalla debemos alabar a Dios; en medio de la soledad debemos alabar al Señor; nos puede faltar dinero o faltar la salud, pero que no nos falte la alabanza para el Rey. La alabanza a Dios cambia las cosas, cambia la tristeza en alegría, se va la enfermedad; la alabanza hace que las cadenas se hagan pedazos.

  1. LA PALABRA DE DIOS

El mundo está saturado de libros, pero no hay ninguno como la Biblia, que es el mensaje de Dios, verdadera sabiduría. Esta Palabra fue escrita por hombres sencillos, que no tenían la aprobación de la sociedad de su tiempo, pero que fueron aprobados por Dios. Está escrita en un lenguaje tan sencillo, que se encuentra al alcance de todos; el científico la entiende, el hombre iletrado también la puede entender.

Esta Palabra la hace diferente a otras, y esto se debe a su autor, y su autor es nuestro Señor Jesucristo. Esta Palabra es cayado para el peregrino, es brújula para el piloto, es espada para el soldado, es agua para el sediento, pan para el hambriento, luz para el que anda en tinieblas, consuelo para el triste, mina de riqueza para hallar la verdadera felicidad.

Antes que Cristóbal Colón descubriese que la tierra era redonda, ya en Isaías 40:22 nos dijo el Señor: “Él está sentado sobre el círculo de la tierra”; la Biblia nos habla que la tierra estaba en el espacio, leemos: “Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada” (Job 26:7); en el libro de Levítico nos dice que la vida del hombre estaba en la sangre, “la vida de la carne en la sangre está” (Levítico 17:11); Dios profetizó que “los carros se precipitarán a las plazas, con estruendo rodarán por las calles” (Nahum 2:4).

La Palabra de Dios es maravillosamente poderosa, Dios mismo actuando en ella, por eso dice: “¿No es mi Palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” (Jeremías 23:29); “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi Palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11); la Palabra de Dios que es predicada no será dada en vano, en su tiempo dará frutos.

Esta Palabra ha sobrevivido ante todos los enemigos que han intentado destruirla. Diocleciano ordenó quemar todas las copias del Nuevo Testamento; Antíoco Epífanes destruyó ejemplares que encontró del Antiguo Testamento, el emperador romano en el año 303 en la era de Cristo decretó quemar todos los libros escritos de la Biblia. Y en diferentes tiempos intentaron acabarla, pero a pesar de todos los ataques, Dios ha preservado su Palabra.

  1. LA AUTORIDAD

Cuando hablamos de autoridad nos referimos a tener mando, a tener poder, tener dominio sobre otros. Dios nos ha dotado espiritualmente no para huir del enemigo sino para estar firmes y cumplir lo que Él nos ha dicho: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19). Dios nos has dado autoridad de pisotear toda fuerza del enemigo, a través de esta autoridad declaramos bendición sobre nuestras vidas.